I Premio "Palabra sobre palabra" de microrrelatos

16 de abril de 2012

Obra Ganadora

El corazón de corcho

Tenía el corazón de corcho. No siempre fue así, pero hace años decidió guardar su corazón en un baúl, en el sótano, bajo llave. Su nuevo corazón era muy práctico, en él prendía con precisión todas sus vivencias y recuerdos, fotos de personas, lugares, momentos. Eso sí, requería su técnica. Lo mejor era hacerlo con alfileres muy finos, que no dejasen marca, apenas un rasguño, siempre listo para nuevos paisajes. Todo eran ventajas: no pesaba, no dolía, no sufría de taquicardias ni palpitaciones . Nunca echó de menos su antiguo corazón; nunca hasta que apareció ella. La conoció en la playa. Estaba sentada en una roca, frente al mar, con los ojos cerrados y una preciosa sonrisa bailando en los labios, la brisa ondeando en su pelo. Pasó un buen rato así, y él no se cansaba de mirarla. ¡Parecía tan dichosa y plena! Cuando al fin ella abrió los ojos, cogió sus zapatillas y se dirigió al paseo, él se atrevió a hablarle: " Hola, ¿qué hacías?". "Escuchar la música del mar". No pudo ya separarse de esa extraña criatura que disfrutaba con un sinfín de acordes: el crujido al pisar las hojas secas en otoño, el canto de los pájaros al levantarse, la lluvia sobre los cristales, el crepitar del fuego en la chimenea... en cualquier lugar encontraba una melodía maravillosa con la que deleitarse. Colgó mil fotografías suyas sonriendo, con los ojos cerrados y la verdad es que ya no se molestaba en buscar alfileres finos que no dejasen huella, porque sabía que jamás encontraría un rostro más bello. Un día, tumbados sobre la cama, ella acomodó la cabeza en su pecho y le dijo: "Déjame que escuche tú música" y entonces por primera vez en muchos años echó de menos su corazón de carne.

Amaia Villa Olabarrieta